miércoles, 12 de marzo de 2008

Noche noctambula

Estabas sentado en su cama y despertaste. Como si estuvieras inmerso en un sueño. Mirabas hacia afuera pero tus ojos no lograban enfocarse en algo. Más bien en nada.
La noche anterior había transcurrido como un viaje errante, sin destino. La habías conocido en esa pequeña tienda de barrio antiguo. Ella estaba sola igual que tu. Se tomaba su cerveza con la fría paciencia de quien no quiere terminar. La encontraste ahí, viste de lejos su alma y lloraste al verla. ¿Cuantas personas como ella y tu no buscaban en esos espacios solo un trazo de compañía?
Al mirarla, no entendías su belleza o su dolor. Pero le hablaste. Te acercaste como un gato, lentamente. La saludaste. Ella te saludó. Así comenzó ese recorrido frenético de palabras tras cerveza y cerveza tras palabras. Sonrisas. Finalmente no llegaron las lágrimas.
La noche parecía danzar a su alrededor, pasar una y otra vez, correr. Ustedes trataban de alcanzarla. Ella trataba de alcanzarte como ese objeto borroso. La noche se convertía en día y a veces la calle en mar, la acera en arena. Todo se convirtió en posibilidad. Esa posibilidad que sacaba de ella una sonrisa de relativa alegría.
Entonces deambularon por la ciudad, como dos noctámbulos cuyos sueños convergieron en ese preciso instante. Deambularon con los ojos cerrados pero de la mano, sin ver pero sintiendo. Palparon esas calles, de edificios vivos que por poco los encerraban. Sentían, oían, vivían en su oscuro sueño.
Llegaron pues a la cama, a la fría cama que la contenía. Ese pedazo de mueble que representaba todo lo que ella era. Con sus gruesas y pesadas cobijas que solo cubrían un espacio vacío y helado. Ella entró y tú la seguiste. Llenaron el vacío como un líquido que entra a una botella, cubrieron cada espacio, eran uno.
Así la cama comenzó a llenarse, y creció. Esa sustancia desconocida que era aire, o tal vez fuego, o de pronto algo de agua que sobró del mar, crecía dentro de la cama que ya no estaba fría. Ese instante, que en la larga línea de la vida es solo un punto, fue eterno.
Despertaste, con los ojos abiertos. ¿Acaso ya era día? Había sol. Estabas sentado en esa cama y ella dormía. Mirabas hacia fuera sin entender. Tus ojos se enfocaron en un carro rojo que volteaba por el barrio buscando alguna dirección desconocida.

3 comentarios:

Pregunteros dijo...

TODAVÍA

Cantaba una mujer, cantaba

sola creyéndose en la noche,

en la noche, felposo valle.



Cantaba y cuando es dulce

la voz de una mujer, esa lo era.

Fluía de su labio

amorosa la vida....

la vida cuando ha sido bella.



Cantaba una mujer

como en un hondo bosque, y sin mirarla

yo la sabia tan dulce, tan hermosa.

Cantaba, todavía

canta....

AURELIO ARTURO

girby... dijo...

a veces no sabe ni entiende porque cantar...

girby... dijo...

pero es imposible no hacerlo